• Regulando!!!!!!

    Juan y Silvia inician una conversación por un tema de su pareja. De repente surgen algunas diferencias de criterios. La escena continúa con una mutación: el diálogo se transforma en un monólogo. Silvia va ganando territorio y lo arrincona verbalmente a Juan. Éste ya no quiere hablar ni sabe qué decir. Cada vez que intentó expresar algo, fue interrumpido por su compañera. Ella es más ocurrente, tiene más desarrollada la inteligencia lingüística y, como frutilla del postre, no tiene demasiadas intenciones de prestar atención a los tímidos argumentos de Juan.
    Silvia aplastó a su oponente. En términos boxísticos, ganó por nockout. Le dio una paliza verbal a su pareja. 

    Silvia ganó.
    ¿Silvia ganó?
    Ganó la pulseada verbal; pero perdió en varios frentes.
    Perdió en “Diálogo de la Pareja”: Juan se va convenciendo cada vez más que no tiene sentido intentar una conversación. Ella todo lo analiza, todo lo refuta, todo lo cuestiona…  Quizá en la próxima ocasión él elija el camino del silencio.
    Perdió en “Intimidad de la Pareja”: Juan, quien ya de por sí tiene serias dificultades para la intimidad emocional, no se sentirá a gusto corriendo riesgos emocionales en el futuro. Ya aprendió que no hay bienvenida a sus torpes intentos por abrir el corazón. Si quería sanar una herida al expresar algún dolor, se encontró con un nuevo maltrato al ser humillado por el estilo de Silvia.
    Silvia y Juan nos pueden representar a cada uno de nosotros.
    Silvia representa nuestro modo intolerante, nuestro mal uso de las capacidades comunicacionales. Es la distorsión del don de la palabra. Es la falta de respeto ante aquellos que no manejan tan bien alguna capacidad que Dios nos haya dado. Un estilo que quizá también aplicamos con un hijo quien cuenta con menos herramientas verbales y le disparamos un sermón infinito ante el cual él no sabe cómo defenderse; lo llenamos de argumentos, pero quizá sólo logramos humillarlo y alejarlo emocionalmente.
    Juan también nos muestra el costado cómodo que todos podemos implementar en la comunicación. Nos decimos a nosotros mismos: “Ok, con éste o con aquel no se puede hablar, por lo tanto me voy a quedar callado”. Nos absolvemos responsabilizando al otro de su atropello y hacemos “la gran Pilato” lavándonos las manos. Estamos convencidos de haber puesto nuestra mejor buena voluntad, pero en realidad hemos sido cobardes al no buscar por todos los caminos posibles un modo saludable de comunicación.
    Amigo, no uses tu verborragia irrespetuosamente. Respetá a quien tenga menos herramientas que vos para conversar. El don de la palabra que te ha sido dado es para hacer bien. Y, por otro lado, no nos refugiemos en la comodidad al sentirnos superados por el otro. Si estamos comprometidos con el diálogo sabremos poner un límite a tiempo, expresaremos aún con menos herramientas lo que pensamos o sentimos y construiremos una comunicación cada vez más efectiva.

    Bendiciones!!!!

0 comentarios:

Publicar un comentario